sábado, 16 de marzo de 2013

El fénix interior





Recientemente he visto esta imagen, que me ha impactado y ha removido cosas que nunca debí perder. Algo muy íntimo relacionado con la ilusión, con la imaginación, y con mi vocación frustrada: ser egiptólogo. Realmente me considero egiptólogo de corazón, pero es una presunción. He recibido una formación más bien limitada en la Complutense, con profesores que no merecen llevar el título de Egiptólogos, salvo un par de honrosas excepciones (José Manuel Galán y José Ramón Pérez Accino, a los que tuve en dos memorables cursos de doctorado). Pues bien, hoy contaré la historia del pájaro Benu, uno de los primeros Mitos de Creación del Antiguo Egipto.

Según el mito creacionista de Heliópolis, llamada Iunu por los naturales de la Tierra Negra (Kemet, la Tierra Negra, es el nombre con el que los egipcios conocía a su patria), en el principio sólo estaba el Nun, un océano de aguas primordiales. De él emergió una extensión de tierra, que reflejarían en la realidad con la Sagrada Piedra Ben Ben, guardada con celo en el Templo de Ra en Heliópolis. Todo era silencio, agua, y esta gran isla recién emergida. De pronto, del cielo, surgió un ave, una garza real, que sobrevoló el inmenso océano donde aún no había nada, y la isla recién surgida de este mar. Pasado un tiempo, el ave se posó en la tierra para descansar y allí graznó. Este graznido fue el primer sonido de la Creación, rompió el Silencio Primigenio y marcó qué cosas debían existir y cuáles no. Mi imaginación siempre se ha visto cautivada al evocar al gran pájaro sobrevolando un mundo recién creado y graznando una vez posado creando todo lo material. Y la imagen que ilustra está entrada ha hecho volver al pájaro Benu a mi mundo.

Heródoto, el llamado "padre de la Historia", cuenta muchos siglos después de que se creara el mito que el pájaro Benu vivía 500 años, tras los cuales creaba un nido de paja y hierbas fragantes al que prendía fuego para precipitarse seguidamente a las llamas para renacer después del mismo fuego. Es el arquetipo que luego los griegos tomaron para el famoso Fénix.

Ojalá todos, ojalá yo, encontremos el Fénix que llevamos dentro, y podamos renacer siempre que haga falta. 







3 comentarios:

ESTUDIO DESIGNIO dijo...

ImsallAhmen

Pere Gila dijo...

Ojalá César. Igualmente lo deseo para mi y para ti. Que podamos volar y graznar rompiendo nuestros silencios. Grandes pensamientos. Gran escrito.

Kaesar dijo...

!Gracias!