martes, 24 de agosto de 2010

La conquista de Joppa, precedente literario del Caballo de Troya

Tutmosis III (1479-1425 a.C.)






El rey Tutmosis III (1479-1425 a.C.) llegó al trono de Egipto en una época de expansión territorial de Egipto más allá de sus fronteras, convirtiéndose él mismo en uno de los faraones conquistadores más importantes, si no el que más. Tutmosis III pasó largas temporadas luchando en Siria y Palestina para extender el Imperio egipcio. A los príncipes de las ciudades conquistadas por Egipto se les permitía seguir gobernando mientras se sometieran al Faraón y le pagaran tributo.

Una historia escrita en el llamado Papiro Harris 500 cuenta como el príncipe de Joppa, ciudad que hoy conocemos como Jaffa, cerca de Israel, se rebeló contra Egipto. El principio del relato se ha perdido, pero parece claro que Tutmosis fue puesto al corriente de las intenciones del príncipe rebelde y, temeroso de que se le unieran otras ciudades palestinas, estaba ansioso de pone

r fin a la situación. El rey no puedo partir de Egipto enseguida, así que envió un ejército hacia el Norte bajo el mando de su mejor general, un hombre llamado Djehuty. Para asegurarse de que el general sería obedecido como si se tratase de él mismo le dio su propio cetro de oro y ébano.

Djehuty y sus hombres navegaron desde el Delta del Nilo a la costa palestina hasta alcanzar la ciudad de Joppa. Después llegaron a tierra y establecieron rápidamente el campamento. Joppa estaba rodeada de murallas y la única puerta estaba flanqueada por torres vigiladas por arqueros. Djehuty envió un heraldo para que, ante las grandes puertas, le retara:

-¡Rebeldes de Joppa, rendíos ante el Hijo de Ra, el Horus de Oro, el Toro Vigoroso surgido en Tebas, el Señor de las Dos Tierras, el rey del Alto y el Bajo Egipto, Tutmosis, larga vida para él! ¡Rendíos inmediatamente o salid de la ciudad y luchad!

La respuesta llegó al momento. El príncipe de Joppa rehusó rendirse, pero tampoco saldría de la ciudad para luchar. Era demasiado astuto para arriesgar la vida de sus hombres ante el gran ejército egipcio que se agolpaba más allá de sus murallas. Djehuty no tenía elección: asaltaría la ciudad. Con sus escudos protegiendo sus cabezas de la lluvia de flechas, las tropas egipcias avanzaron hacia Joppa. Empujaron grandes escaleras y torres de madera contra los muros, pero los defensores aporreaban a los hombres que trataban de escalar las almenas, e incendiaron las torres de madera con flechas incendiadas. Después de tres horas de encarnizada lucha, Djehuty ordenó a sus tropas que se retiraran. Las pérdidas egipcias eran serias, pero la guarnición de Joppa también había sufrido muchos daños

Djehuty se sentó en su tienda aquella noche, preguntándose cómo seguir la contienda. Había pocas posibilidades de asaltar la ciudad y el sitio podría durar años. Djehuty sabía que tendría que utilizar la astucia.

A la mañana siguiente, Djehuty envió a su heraldo a las puertas de la ciudad con una carta para el príncipe de Joppa. Los soldados situados sobre los muros bajaron una cesta por medio de una cuerda, el enviado de Djehuty metió la carta en la cesta, que fue elevada y conducida a palacio. El príncipe leyó la carta con desprecio; era sólo otra demanda para que se rindiera, pero advirtió otro mensaje al final, escrito por el mismo Djehuty. En él, el general egipcio admitía que no podía hacer nada contra Joppa, pero que temía la ira y ambición de Tutmosis y que él estaba dispuesto a discutir personalmente con el príncipe.

Rápidamente el gobernante de Joppa envió una carta a Djehuty acordando una tregua temporal y un encuentro a campo abierto entre la ciudad y el campamento egipcio. Después del mediodía las grandes puertas se abrieron para dejar salir los carros del príncipe de Joppa y veinte de sus oficiales. Después, las puertas se cerraron ruidosamente tras ellos.

Djehuty y sus veinte ofíciales, todos desarmados, se encontraron con el príncipe de Joppa y sus hombres y les invitaron a sentarse para discutir, ante una copa de vino.

"Mi mujer y mi hijo están conmigo en el campamento –comenzó el general-, pero mañana les enviaré a la ciudad y se quedarán contigo en tu palacio, como prueba de mi buena fe. Mañana este ejército estará bajo tus órdenes, así que bebamos por la libertad de Joppa".

Todas las copas se llenaron de nuevo y los soldados de Joppa y los egipcios pronto comenzaron a beber juntos. Sólo Djehuty bebía menos de lo que aparentaba para mantenerse sobrio.

"Envía un mensajero a Joppa para que dé las buenas noticias –sugirió al príncipe-. El resto de nosotros aún tenemos asuntos que tratar. ¡Así podremos seguir bebiendo este buen vino! Es una crueldad dejar a tus caballos entre tanto polvo y bajo este horrible calor; creo que es conveniente desuncirlos y llevarlos al campamento".

El príncipe de Joppa dio personalmente la orden e incluso aceptó introducirse en la tienda de Djehuty, para mantener una conversación privada con él. Cuando se pusieron en camino, el príncipe dijo:

-"He oído que llevas contigo el cetro del rey Tutmosis. Me gustaría verlo".

Djehuty, encantado, introdujo en su tienda al príncipe. Una vez allí, saco de una caja de madera de sándalo el cetro:

--"Aquí está el cetro del rey Tutmosis, el joven león, hijo de Sekhmet. ¡Rebelde de Joppa, sentirás la ira del rey en este mismo instante!".

Djehuty estrelló el cetro en la cabeza del príncipe, dejándole inconsciente. El general, rápidamente, ató al prisionero con cuerdas de piel reforzadas con cobre y envió un mensajero al auriga del príncipe de Joppa.

-"Mi general ha preparado obsequios para las gentes de Joppa –dijo el mensajero-, así verán que ahora es su sirviente. Tu príncipe ha ordenado que acompañes a los porteadores a la ciudad e informes a la princesa de Joppa de que los egipcios se han rendido y les envían regalos".

El auriga obedeció al momento y condujo el dorado carro del príncipe hacia las puertas de la ciudad, con los porteadores tras él. El obsequio de Djehuty consistía en doscientas grandes cestas, cada una colgada por un palo y llevada por dos hombres. Los centinelas escucharon el mensaje del auriga.

Vieron que los porteadores no estaban armados y que los oficiales del príncipe continuaban bebiendo con los egipcios. Todo parecía estar en orden, así que enviaron seis hombres para abrir las puertas.

Los porteadores fueron conducidos por el auriga hacia palacio. Los seis hombres comenzaron a empujar las grandes puertas para cerrarlas de nuevo cuando inesperadamente los porteadores abrieron sus cestas. Soldados egipcios saltaron de ellas, con una espada para cada uno y otra para su porteador. Los centinelas dieron la alarma y lucharonciegamente contra los invasores, pero las puertas se abrieron para dar paso a Djehuty, que había capturado a los oficiales borrachos del príncipe y conducía a su ejército hacia Joppa.

En pocos minutos, las gentes de Joppa eran forzadas por las tropas egipcias a rendirse o morir. El palacio fue despojado de sus tesoros y sus guardianes hechos prisioneros. Al día siguiente, un barco navegó hacia Egipto cargado de tesoros y el príncipe de Joppa y su familia como cautivos. Cuando el rey Tutmosis les vio, elogio a los dioses por la astucia que había demostrado Djehuty en la conquista de Joppa.

Objetos de la supuesta tumba del general Djehuty, regalo del Faraón Tutmosis III (Anj, Wdja, Seneb).

P.D. Aunque al final he reelaborado yo el relato, agradezco mucho a Ana Boykov (¡Anj Udja Seneb!) la traducción del cuento original incluido en Flinders Petrie, Egyptian Tales( http://www.reshafim.org.il/ad/egypt/texts/the_taking_of_joppa.html)